Miedo a volar 2
Hace muchos años fui a trabajar en Campeche para el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Regresé a la Ciudad de México un domingo por la tarde a bordo de un bimotor de Aeromar. En cuanto vi el viejo aparato dudé en subirme pero no había de otra. Ese mismo día el PRD había celebrado elecciones internas y varios miembros reconocibles del partido viajaban junto a mí. Si alguien pensaba mandarlos al otro mundo, ese era el mejor momento. Mientras el avión despegaba supuse que, de estallar una bomba, los encabezados de los periódicos dirían que X número de perredistas habían muerto y enlistarían sus gloriosos currículos al servicio de México; yo sería sólo una víctima anónima que tuvo la mala suerte de coincidir con ellos en su último viaje. Por fortuna no pasó nada y Layda Sansores, mi compañera de asiento, hoy senadora del PT, me llevó hasta mi casa.
Tiempo después me invitaron a un congreso de jóvenes escritores en Monterrey. La mañana estaba muy nublada. El aparato tomó pista, aceleró a fondo hasta elevarse y conforme atravesaba las nubes, comenzó a sacudirse tan violentamente que creí que nos desplomaríamos. Filas más adelante venía Jorge Volpi, invitado especial del encuentro (hoy coordinador de Difusión Cultural de la UNAM) y de inmediato imaginé que si nos matábamos, en la primera plana de todos los diarios se daría la noticia de su trágica muerte, mientras que todos los demás formaríamos parte de un séquito anónimo y desgraciado representado con un triste número.
Antoine de Saint-Exupéry trabajó como piloto de correos; sus experiencias le servirían para sus primeras novelas, todas ellas sobre aviones, viajes y pilotos.
Me cuesta trabajo comprender cómo es que alguien que sufre un accidente de aviación y ve los ojos de la muerte decide subirse otra vez, como Pedro Infante o Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito (1943). Trabajó como piloto de correos; sus experiencias le servirían para sus primeras novelas, todas ellas sobre aviones, viajes y pilotos. Un aterrizaje forzoso en las calientes arenas de Sahara, donde estuvo a punto de morir de sed junto con su copiloto, sirvió para crear la historia de un principito que quiere que le dibujen un cordero. Es probable que la cercanía con la muerte y las alucinaciones que sufrió en medio del desierto estén representadas en las escenas de El Principito. El 31 de julio de 1944, Antoine de Saint-Exupéry murió en un accidente aéreo durante un reconocimiento fotográfico en las costas de Cerdeña. ¿Alguien recuerda el nombre de sus acompañantes?