Opinión: El fin del mundo
Cuentan, no me consta. Yo no estaba ahí.
31 de diciembre del año de Gracia de 999, 11:00 de la noche. La gente aterrada atiborraba las iglesias, alzaba los brazos al cielo, no paraba de rezar y de pedir misericordia al Creador.
Faltaba una hora para que el mundo llegara a su fin.
Las campanas comenzaron a tocar a la medianoche, la gente se cubrió las cabezas esperando una lluvia de fuego, que la tierra se abriera y se los tragara o que las tinieblas (como un agujero negro que entonces no se sabía que existían) absorbieran el todo y lo refundieran en la nada.
00:01 del año de Gracia de 1000. El milenio había comenzado y no había pasado nada. Nada.
Mil años después sucedió algo similar. Este vez sí fui testigo. El año 2000 era esperado como el Apocalipsis mismo, esta vez en forma de un desastre mundial causado por el Y2K, la falla en los relojes de las computadoras que habían omitido la centuria en sus dígitos y que, supuestamente, haría colapsar todas las programaciones financieras, tecnológicas y, por supuesto, armamentistas, por lo que al “acabarse” el calendario para los ordenadores, se desplomarían las bolsas, el dinero en los bancos desaparecería, los suministros de alimentos se detendrían y se dispararían las ojivas nucleares, con lo que el planeta, con todo y humanidad, llegarían a su fin.
El fin de esta historia ya la conocemos. No pasó nada. Esta profecía tampoco se cumplió.
En el último mes, ha circulado un video de una iglesia evangélica, retomado por los medios de comunicación, que pronostica que hoy, 29 de julio de 2016, se acabará el mundo al invertirse los polos magnéticos, por lo que el Norte será el Sur y el Sur será el Norte. Sí, como si fuera canción de Arjona (por cierto, este cantautor sí es una señal inequívoca del Apocalipsis).
“Las estrellas rodarán por el cielo y el vacío creado por el giro de la Tierra arrastrará consigo a la atmósfera junto con el suelo, tratando de seguir su ritmo, creando lo que se conoce como una nube en rodillo… Jesucristo sólo regresará el día en el que se inviertan los polos y un terremoto global sacuda la Tierra”.
Así que si en este momento, mientras usted lee esto, siente una temblorina, que los pies se le suben a la cabeza, que está leyendo de abajo para arriba y de derecha a izquierda y ve a su lado a Jesús, no se preocupe: se está acabando el mundo.
Ismael Frausto
Director Editorial