Un paseo por Mixcoac
Por Arturo García Caudillo
Hablar de mi barrio es contar la historia del Manicomio General Castañeda, de la Prepa 8, del Hospital de Comunicaciones. Hablar de mi barrio también es ir más allá del moderno Walmart, cruzar Periférico y llegar hasta el mercado de Mixcoac. Sí, aunque yo siempre he vivido en Lomas de Plateros, y en el lapso de mis 50 años he pasado dos temporadas fuera —dos meses en Ixtapaluca y tres años en San Miguel Chapultepec—, mi esencia, mis raíces, mi barrio, siempre ha sido Mixcoac.
Pero este pedazo de tierra, que pareciera uno más en la Ciudad de México, no es cualquier barrio; es una zona que esconde la magia de un México tranquilo, en medio del caos citadino. Mixcoac se ubica entre las avenidas Patriotismo, Río Churubusco, Insurgentes y la calle Porfirio Díaz. Sin embargo, se extiende más allá de Periférico y sube hasta la Unidad Lomas de Plateros Mixcoac. O sea, está muy cerca de todo. Ayer estaba alejada del bullicio, hoy es parte de él.
La palabra Mixcoac, significa “Lugar donde se venera a la serpiente de nube”. De hecho, tiene su propia estación del metro y su distintivo es eso, una serpiente. Esta colonia ha sido escenario de sucesos importantes para nuestro país. Benito Juárez se refugió en una de sus casas y Manuel Herrerías despachó desde ahí mientras Juárez protegía las Leyes de Reforma.
Entre sus edificaciones importantes se cuenta el desaparecido Hospital Siquiátrico de La Castañeda, donde hoy están ubicados el centro comercial Walmart, el Parque Deportivo Octavio Paz y la Prepa 8 Miguel E. Schulz. La Castañeda fue derruida en 1968, aunque la fachada fue rescatada piedra por piedra y ahora se encuentra en algún lugar de Amecameca.
En Mixcoac, dicen las malas lenguas, se escribió una de las novelas más importantes de la época de la Independencia de México: El Periquillo Sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi, el pensador mexicano, quien tenía su casa en este lugar. Además, aquí nació y vivió el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz.
En mi barrio se encuentra el famoso mercado del mismo nombre. Un lugar donde encuentras de todo lo habido y por haber, desde restaurantes de mariscos, doctores homeópatas, dulces para fiestas, arreglos florales, artículos para santería, cárnicos, tacos, quesadillas, y obvio, frutas y verduras.
Más allá del mercado, y muy cerca del metro, se ubica la Glorieta de Goya, un lugar para dominguear, pero en el que a diario pasan cientos de jovencitos, estudiantes de la Secundaria 10 Leopoldo Ayala, la que en sus tiempos —en mis tiempos— era considera la segunda mejor escuela de nivel medio básico en el país, y a la cual orgullosamente asistí.
En mi barrio también se encuentra la Universidad Panamericana, que ocupa el Antiguo Obraje de Mixcoac, donde antaño se confeccionaban prendas de vestir. Tambien el Centro Cultural Juan Rulfo, edificado en tiempos de Porfirio Díaz; la Casa de la Campana, con una fachada larga llena de balcones abombados, y que es la sede de un convento de monjas.
Hablar de mi barrio también es hablar del Colegio Williams, del Colegio Simón Bolívar, de la Escuela Olavarría y de la Primaria República de Paraguay, que primero estuvo ubicada en pleno corazón de Mixcoac, casi frente al mercado, y luego, mientras se construía el actual edificio, quedó provisionalmente en la calle de Los Echave, por allá de 1976. Todavía recuerdo las tortas de frijol, que por un peso, preparaba la conserje en el primer edificio.
En Mixcoac también se ubica el Parque Hundido, un hermoso jardín de más de cien mil metros cuadrados, y lugar perfecto para pasar los domingos paseando al perro o jugando con los chavitos, pues tiene una muy amplia zona de juegos. Lo caracteriza un gigantesco reloj-jardín.
Si te adentras por mi barrio, también encontrarás, perdido entre las calles, ahí cerquita de Extremadura, el Deportivo Mixcoac, con sus antiguas canchas de tenis, de donde surgieron varios de nuestros representantes en Copa Davis.
Te invito a que te des una vuelta por Mixcoac, no te faltará qué hacer, qué comer, ni cómo divertirte.