Viaje en globo en Teotihuacán. Con el mundo a tus pies
Por: Jacqueline Zárate
Aún era de noche y el frío se hacía presente en la ciudad de los dioses, en el imponente Teotihuacán. A las 6:30 de la mañana lo único que calentaba era la emoción de estar en las alturas, percibir la sensación de volar. Bajamos de la camioneta a una gran explanada ubicada detrás de las pirámides, entre las nopaleras. El ritual de preparación comenzó.
Ahí estaba, parecía un gran túnel inofensivo de color rojo. El equipo de Flying Pictures de México nos invitaba a relajarnos, pasar a ese corredor y tomarnos la tradicional selfie para el recuerdo y dar testimonio a los amigos que vivimos una experiencia fuera de lo común al subir a un globo aerostático. Llegó la hora pactada, siete de la mañana y todo estaba listo. Ya de pie, lleno de aire caliente, el globo aguardaba que la tripulación lo abordará.
Por fin el aparato despegó y la aventura abrió la puerta con la que observas el mundo: con los ojos de un niño o tal vez con los de un pájaro. La piloto Margarita Benítez alertaba que iríamos libres y sin timón, solo nos dejaríamos arrastrar por las corrientes madrugadoras y con la vista puesta al horizonte para divisar tan singular amanecer sobre una de las mayores ciudades prehispánicas de Mesoamérica.
En las alturas la dimensión cambia. Con el amanecer como testigo el escenario es propicio para las demostraciones más originales de amor. Volar en globo provoca emociones que nunca has experimentado. Pone el mundo bajo tus pies y notas que quien se mueve no eres tú, sino la Tierra, que parece alejarse. Experimentas una sensación de calma y silencio. Te dejas llevar ligera y suavemente por el viento.
La noción del tiempo y el espacio se diluyen, solo existe la libertad. Se dejan de lado las penas, las preocupaciones y hasta el frío de la mañana, que al momento de despegar nos recordó que estaba amaneciendo.
Los campos de cultivo se ven como tapiz de diferentes colores, las casas y los árboles se miran como juguetes. Parece que supervisaras una gran maqueta acompañado de un singular viento fresco, que se calienta cada vez que el quemador se abre, escupe fuego para que el aire acalorado entre al globo y nos haga ganar altura.
A mil metros sobre este majestuoso paisaje, la piloto Benítez cuenta singulares anécdotas: la canastilla sobre la que estamos parados ha sido testigo de compromisos matrimoniales, reconciliaciones, celebraciones de cumpleaños, aniversario de bodas y hasta infortunios.
En tan sublime travesía es imposible que cualquier mujer se niegue a contraer nupcias con su prometido, pero Benítez cuenta que hubo una excepción. Recuerda que aquel joven esperó a estar en las alturas para hacer su propuesta, pero recibió un no. ¿Qué hacer a mil metros de altura cuando no obtienes la respuesta esperada?
Arriba todo se desnaturaliza. Las proporciones a las que estamos acostumbrados se tornan irreverentes y no queda más que disfrutar con buenas o malas noticias.
A merced del viento, el globo continúa su curso, las pirámides cada vez más pequeñas a nuestra vista y el ruido del combustible presente en todo momento. La sensación es inigualable, todo se mira bajo otro lente, otra perspectiva.
Después de volar por más de 60 minutos el globo desciende sin darnos cuenta. Ahora la preocupación es el lugar de aterrizaje. La piloto refiere que debe ser un espacio libre de cables, antenas y casas. El patio de una escuela o un terrero de siembra son lo ideal; el peor escenario es caer en una nopalera. El aterrizaje puede ser extremo, depende del clima: si hay poco aire es muy sencillo. Y así fue. Una camioneta nos espera para trasladarnos al punto de partida.
Ya con los pies en la Tierra y para celebrar el buen vuelo, la piloto Margarita nos hace declarar esta oración: “El viento nos ha dado la bienvenida con suavidad, el sol nos ha acariciado con sus cálidas manos. Hemos volado tan bien y tan alto que Dios se ha unido a nosotros en nuestra alegría y nos regresa con suavidad a los adorables brazos de la Madre Tierra”.
Existen por lo menos en el Valle de Teotihuacán tres empresas que ofertan todos los días vuelos en globo, además de actividades alternas como recorridos en bicicleta y en cuatrimoto, golf, así como visitas guiadas a la zona arqueológica.
Para finalizar esta expedición un brindis, ese dulce momento cuando el vino te sabe a gloria. Luego viene la entrega oficial de certificados, la prueba en papel de que uno vivió la experiencia de sentirte como un pájaro en vuelo.
El mundo a tus pies. Así se siente volar con alas prestadas.