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El don de curar el dolor… en el Parque de los Venados

El don de curar el dolor… en el Parque de los Venados
  • Publishedabril 30, 2017

Por Laura Olmos

Para todos aquellos que no quieren hacer largas filas en un instituto de salud pública, en donde ni levantándose temprano alcanzan a esquivar la burocracia, el mal ánimo de algunos trabajadores o la chorcha con guajolota en mano de los que reciben el carnet en la ventanilla, existe otra opción: los hueseros del parque de los venados. Desde 1951, manos curadoras dedicadas a aliviar los males del pueblo se han establecido en este libre escenario clasemediero de la cuidad para recibir a quién lo desee, brindándole, además, una cálida sonrisa.

Un letrero verde de vinil anuncia el ramillete de curas: “Se arreglan dolores de huesos y articulaciones, cintura, ovarios y coxis. Se cura de las anginas, empacho y espanto. Sr. Sergio y Sra. Adela”.

—¿Cómo se cura el espanto doña Adela?
—Con espíritus, aguardiente y, si es muy fuerte, con ramo. Hay mucha gente que llega espantada por algún accidente o asalto y esta cura pude ayudar a prevenir la diabetes. Llegan de todas las edades, pero son más los niños chiquitos, de uno a seis años de edad. Sus padres los traen porque tienen miedo a los ruidos o a la oscuridad. No es una limpia —enfatiza— sino otro tipo de sanación. La diferencia consiste en que mientras la primera utiliza rezos, hierbas y hasta huevo, la segunda se trata de sobar diversas partes del cuerpo con ungüentos y agua de espíritus.

Adela Martínez tiene 20 años de dar consulta pública. Aprendió el oficio de su padre, Florencio Martínez, un hombre originario de Huichapan, Hidalgo, que salió de su pueblo porque “ahí no había nada que hacer ni comer”. Llegó a la Ciudad de México muy joven y luego de trabajar en la albañilería se dedicó a la “sobada”. La necesidad lo obligó a poner su primer consultorio. Adela platica que aun cuando don Florencio ya tenía 85 años, curaba torceduras, falseaduras de columna, empacho y hasta esterilidad. Falleció hace 15 años y heredó a su hija el don de sanación.

“Mi padre comenzó con esta actividad para la cual no se estudia, más bien se trae el don. Desde que era pequeña veía cómo mi papá sobaba y curaba; poco a poco tuve la iniciativa de aprender. Cuando crecí él me daba prácticas. Ahora yo sobo igual que él”.

LA SEÑORA ADELA Tiene 20 años de curar de las anginas, empacho, espanto, dolores de hueso, articulaciones y más.

En México, este tipo de sanación forma parte de la cultura del pueblo y se ha transmitido de generación en generación de manera empírica. Surge en la época prehispánica, se sustenta en la experiencia ancestral y está compuesta por diferentes visiones, ideologías y formas de concebir el mundo, asociadas a creencias míticas y espirituales. Se entiende la salud como el equilibrio entre las fuerzas espirituales y naturales, entre individuos y comunidades. Así, durante décadas, los curanderos han cumplido la función de médico general, cubriendo funciones específicas como huesero, culebrero, partera, levanta sombras, curandero de aire y curandero de brujería.

La postura de los médicos especialistas en rehabilitación no es favorable a este método de curación. “Algunos tienen escasos conocimientos en anatomía. No tendría nada de malo como medicina alternativa si ellos mismos no se anunciaran o pretendieran suplir la asistencia de un médico especialista. Quizá debería de haber más comunicación e incluso formación para que estas personas aprendan más del área y hacer las canalizaciones del médico de forma oportuna”, afirma la doctora Marisol Constantini Islas, médico coordinador del Centro Integral Regional de Rehabilitación de Querétaro.

La doctora asegura que ”es posible que haya padecimientos que, por la experiencia, ellos pueden sentir que tratan bien; sin embargo, los médicos se especializan en la biomecánica de las articulaciones y utilizan radiografías para detectar que un hueso esté bien alineado. Los hueseros no lo pueden ver, sólo sentir. Un hueso puede quedar encimado y ocasionar problemas degenerativos que a largo plazo pueden deteriorar la movilidad del paciente”.

El consultorio público de Adela se ubica enfrente del Hospital de Zona número 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social. Todos los días su sala de espera y camilla son un banco de metal con un cojín de tela. Adela y Sergio, su esposo, observan en sus ratos libres la muchedumbre que se congrega afuera del sanatorio a esperar a sus familiares. Aseguran que gran parte de sus nuevos clientes los han cooptado porque en el parque se sufren accidentes y es muy común que los visitantes recurran a ellos para sobar alguna lesión, antes de acudir al hospital.

UNGÜENTOS, hierbas y agua de espíritus se usan en las sobadas.

Otros más van de paso, como Rogelio, quien desde hace tres semanas padece de un dolor en la rodilla: “Vine a traer a mis hijos al parque, vi el letrero y pensé que esto sería una buena opción. No los conocía ni tenía referencia, porque yo vivo en Nezahualcóyotl, pero aquí estoy”.

Para sobar a Rogelio, Sergio le pide que se siente y coloque la pierna afectada en un banquito. Del lado contrario, Sergio frota sus manos con la pomada de La Tía. el tradicional ungüento veterinario que utilizan las abuelitas para aliviar los golpes que se ocasionan los nietos cuando se caen. Una vez que ha logrado entrar en calor identifica la zona de la lesión. Con extremo cuidado mueve sus manos de abajo hacia arriba en la zona de la rodilla durante unos minutos, para y repite la sesión. “Los aceites se usan para que las manos resbalen y no lastimar la piel, ayudan al calentamiento, pero la sanación real comienza con el trabajo de las manos. Cuando es una afectación muy severa recomiendo acudir al doctor”, afirma Sergio. Su rostro gesticula una sonrisa cuando recuerda que ha mandado al hospital a más de uno. “Pasó con un bebé que me trajeron para curarle el brazo. Identifiqué que se trataba de una fractura y mejor le dije a la mamá que lo llevara al hospital”.

Mientras continúa con la sobada, Sergio no tiene objeción en seguir compartiendo sus artes. “Aquí viene gente que tiene problemas en su casa, con la familia o en el trabajo y trae síntomas de estrés: dolor de cabeza, mareo, dolor en la espalda. A la hora de tocarlo siento la contractura del músculo y tendón. Tenemos clientes que son asiduos desde hace años, desde que mi suegro los curaba. Vienen porque se sienten bien y nos recomiendan. Muchos llegan con migraña; a ellos les doy un masaje, de la espalda hacia la cabeza, y en la cara. También sé curar el dolor de espolones: una inflamación en la planta del pie, provocado por un mal calzado o porque la gente ha pasado mucho tiempo parada. En el caso del coxis hay varios tipos de sobada: si es por una caída y se desvió, hay que enderezarlo. Cuando uno se cae de sentón, el coxis se dobla hacia adentro y entonces hay que sacarlo otra vez. Las consultas oscilan entre los 100 y 500 pesos”.

A Sergio y Adela se les percibe muy contentos con esta actividad. “No lo hacemos por necesidad, sino por gusto”. Tampoco tienen empacho en decir que, al igual que los doctores, no tienen inconveniente en no tener un solo día de descanso ni sacrificar fines de semana. “Trabajamos de lunes a domingo de 10:00 am a 7:00 pm. Nos sentimos orgullosos de sanar los males de otras personas, aquí siempre nos puede encontrar”. Sergio y Adela está convencidos de que se dedican a ese negocio porque es un don que Dios les mandó.

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Crónicas de Asfalto