El tianguis de los músicos, un paseo entre música y microbuses
Por Marco Saenz
El ruido de los motores a diésel y a gasolina llena el ambiente. No muy lejos suenan los rodamientos de trenes y se alcanza a oír la voz amplificada de alguien que solicita al inspector de estación que se reporte al CCC y que la manzana golden y los desodorantes para dama están en oferta. La calle de Puerto Rico es muy concurrida porque por ahí los microbuses entran al paradero, justo aun un lado del Gran Fórum, uno de los sitios que todo fanático del baile de salón debe visitar. Cada fin de semana hay un toquín con grupos locales o de moda, además de ser uno de los mejores salones de fiestas y reuniones de la Ciudad de México. El Gran Fórum también es la sede del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM), por ello cada martes miembros del gremio instalan un pequeño tianguis en esa calle transitada por micros, detrás del supermercado y a un lado de la estación terminal del metro y tren ligero de Tasqueña.
Al llegar me reciben los cláxones de los camiones que entonan una mentada de madre a un taxista o utilizan el mismo recordatorio familiar como saludo fraternal hacia otro compa del volante. Entre más me acerco la música empieza a llenar la atmósfera. No es para menos: hay cerca de 120 puestos con variados instrumentos y objetos relacionados con la industria musical. Siempre oirás a alguien echarse un palomazo, desde el don que vende acordeones y prueba tanto las piezas para intercambio como las que le llevan a vender, pasando por los guitarristas y bajistas que tocan un poco de blues, jazz o rock, hasta el chavo que compró una gaita o un didyeridú y que entona alguna melodía para atraer a otro comprador.
La mayoría de los vendedores son músicos, algunos veteranos de la época dorada del rock y la cumbia en México, por lo cual encuentras cosas en uso y bien cuidadas. También por eso hay que estar atentos a los precios, que son un poco elevados: porque el objeto musical es nuevo, porque el vendedor sabe qué es lo que tiene y porque, además de ser buen instrumento, posee valor especial al ser parte del equipo de trabajo de muchos de los comerciantes. Aun así existen buenas gangas, claro, con todos los inconvenientes de comprar algo de segunda mano. Sin embargo, si te hace falta una refacción para tu instrumento también lo puedes encontrar en este tianguis.
Si llevas tu guitarra vieja y buscas algo nuevo o diferente para practicar tu música, tal vez encuentres una buena oferta de intercambio. Esa es la palabra clave a la hora de ir al bazar. La recomendación es ir muy temprano, justo después de las once de la mañana, a la hora en que se instala el tianguis, debido a que los vendedores quieren persignarse para empezar bien el día y es posible que descubras una buena ganga y regatear el precio.
Igual uno puede comprar algo a los músicos que se pasean por el tianguis; muchos caminan a lo largo del bazar con sus objetos en la mano en busca de un intercambio o una venta.
Una buena idea es visitar más de una vez este mercado ambulante, que los vendedores te vean seguido, te ubiquen y sepan que estás interesado en esos objetos. Podrías recibir un buen descuento. También es bueno ir acompañado de alguien que le sepa a los instrumentos musicales, que ayude a distinguir entre una imitación de un original, su buena calidad o mal estado. Eso sí, has platica y convive con los vendedores, que sepan que no eres uno más, sino alguien que sabe qué es lo que busca, que tomas en serio la afición y que la música es parte importante de tu personalidad.
Y, precisamente, hay que tener en claro qué es lo que buscas; es la clave, porque aquí hallas de todo: instrumentos de viento, violines, tarolas, bombos, platillos, bajos, armónicas e instrumentos de percusión. También verás artículos menos comunes, como mandolinas. Un señor tiene un par a la venta, me dice que están a buen precio y listas para cualquier estudiantina. “O para tocar alguna de Led Zeppelin”, le comento. El don se ríe y me contesta: “También, ¿por qué no?”.
Como digo, uno encuentra de todo, hasta una cítara. Le pregunto al locatario por el precio y si es hindú. Es una lástima, no sabe su origen, alguien llegó con ella, él la vio y la compró, pero ya hace un buen tiempo de eso. Así es como noto que entre ellos, los músicos del bazar, también hay ávidos coleccionistas. Alguien me comenta, cuando pregunto por un bajo, que a veces hay objetos clásicos, de mediados de los 50 y 60. Tal vez por eso músicos consagrados, tanto mexicanos como extranjeros, visitan el tianguis. Si uno tiene suerte hasta puede salir de ahí con una lira autografiada.
También hay amplificadores, pedaleras para tu guitarra o bajo, ecualizadores, fundas y estuches para tu instrumento y cualquier accesorio que necesites. Abundan las guitarras, las hay de todos tamaños, colores, marcas y estilos. Y junto a ellas encontraras infinidad de plumillas y tahalís. ¡Y los teclados! Los puestos donde venden estos artefactos se llevan de calle a los demás, dejando claro cuáles son las preferencias musicales de la mayoría, eso y que son de los instrumentos más accesibles que puedes conseguir. Por supuesto hay uno que otro puesto dedicado a la venta de cursos en video o programas de computadora que te ayudaran a pulirte un poco si tus habilidades dejan mucho que desear.
La tarde avanza y justo después de echarse un taco en el típico puesto de garnachas de tianguis es hora de partir. Aunque el bazar es pequeño, en cada vuelta ves algo diferente, instrumentos llaman la atención, despierta la curiosidad y te motivan a aprender más sobre la música. Así el tiempo pasa rápido.
Los sonidos se vuelven a mezclar, un veterano le enseña a una chica a tocar blues en la armónica, mientras que de del fuelle de un acordeón sale un corrido. Los acordes de un vals escapan de las blancas y negras de un teclado, al mismo tiempo suena el freno de aire del tren naranja que llega a la estación, suena el timbre que da aviso para cerrar las puertas de los vagones y una voz alerta a un señor que debe ir a la estación Pino Suárez donde lo esperan sus familiares. Justo en ese momento llegan los camiones provenientes de C.U, Culhuacán y Tláhuac, ahí al paradero de Tasqueña, donde cada martes la música se mezcla con el bullicio de esta grotesca ciudad.
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