84 años de lucha libre en la Ciudad de México
Por: David Reyes
Desde avenida Dr. Río de la Loza (continuación de Chapultepec) los pasillos se hacen estrechos; desde ahí inicia la lucha cuerpo a cuerpo por ganar el paso. Decenas de puestos ambulantes se extienden por la calle de Dr. Rafael Lucio hasta Dr. Lavista, todos venden lo mismo: máscaras, todas con detalles que las hacen únicas, unas de más o menor calidad de material.
Este sábado, en el Coloso de la Doctores, es especial y se espera que esté a reventar, por lo que la taquilla que se encuentra en Dr. Lucio seguro estará rodeada de revendedores; aquí no hay inspectores que velen por el asistente, ni El Santo ni Blue Demon para detener la reventa.
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El deporte de las quebradoras y hurracarranas está de fiesta. Son 84 años de la creación del Consejo Mundial de Lucha Libre, del nacimiento de la Arena México, en la que ha retumbado el clásico: “En esta esquina…”, en la que se han forjado leyendas como El Santo Enmascarado de Plata, Blue Demon, Doctor Wagner, El Perro Aguayo, Huracán Ramírez, El Rayo de Jalisco Jr, Mil Máscaras, Atlantis o Místico.
Si eres capitalino, seguramente ya has vivido esta experiencia única; si no lo has hecho, es la mejor terapia de catarsis tras la semana de trabajo. Ve con tus amigos, elige un bando, técnico o rudo, y grita… ¡GRITA! ¿A quién le vas?
La Catedral de la lucha libre
SIN LÍMITE DE TIEMPO
La Arena México abrió sus puertas por primera vez el 21 de septiembre de 1933, gracias a la iniciativa de Salvador Lutteroth; esa noche fue la primera función formal de lucha libre. Anteriormente, La Catedral era la Arena Modelo y la práctica del pancracio se realizaba de manera informal con encordados en plazas públicas.
En Dr. Lavista, en la colonia Doctores, se puede ver la marquesina del #189 que alumbra, desde 1933, las desgastadas letras “ARENA MÉXICO”, que no es mexicana, sino del mundo, pues a ella entran no sólo aficionados nacionales, también gringos, italianos y especialmente japoneses, listos para ver la mejor lucha libre del planeta, por ello es que le llaman La Catedral.
De ley, para entrar, hay que pasar una minuciosa revisión, que en apariencia sirve para detectar armas letales o incautar sustancias prohibidas, aunque en realidad es para identificar a Hombres Lobo, Momias, Mujeres Vampiro o cualquier ser extraterrestre que busque acabar con el grupo de luchadores técnicos, quienes, entre tanto caos de la metrópoli, buscan mantener el orden.
Una vez aprobada la revisión, hay que cruzar por la capa invisible de olor a palomitas recién hechas, que inunda el ancho lobby, para llegar a la antesala del graderío y, por fin, apreciar la inmensidad de La México Catedral, con luces tenues alrededor y, al centro, desde lejos, un pequeño cuadrilátero iluminado, al que los grandes exponentes de patadas voladoras, llaves y una que otra maña, subirán para demostrar su supremacía en el arte del pancracio.
Baile de máscaras
En los 84 años de la Arena México, han desfilado cientos de luchadores enmascarados, pero fue en su segundo año de existencia, 1934, en que apareció el primero, de nombre desconocido; fue gracias a él que otros mantuvieron la idea para generar expectativa sobre sus identidades, que no revelarían hasta perder alguna de sus luchas.
Apasionada de corazón
Así como hay luchadores que han dejado huella, hay aficionados que han sido parte del espectáculo luchístico en La Catedral, como lo fue Virginia Aguilera, a quien le nombraron La Abuelita de la Lucha Libre; su fanatismo era tal que el lugar en el que vivía estaba tapizado de recortes de luchadores. Además, en una lucha Máscara vs Máscara, Ultraman le pidió que despojara de su tapa a La Sombra.