Fuego y Soldadura
La semana pasada vino un herrero a mi casa. Por el hundimiento de la ciudad, las puertas se descuadran hasta que ya no cierran o cuesta trabajo abrirlas. El hombre, de edad madura y bigote a la Pedro Infante, transportaba en un diablito todos sus materiales: una mochila con diversas herramientas, una larga extensión y una planta para soldar del tamaño de una lonchera. ¿Qué había pasado con las otras, las que pesaban varios kilos y necesitaban cables de calibres altos para resistir la enorme carga eléctrica? El herrero me dijo que las cosas habían cambiado mucho y que ahora bastaba con conectar esa pequeña planta a un enchufe casero. Si los teléfonos celulares y las computadoras cada vez se vuelven más ligeras y más poderosas, ¿por qué la tecnología no habría de avanzar en todos los sentidos de la cultura humana?
Sin embargo, por más avances tecnológicos, los herreros no pueden olvidar en el taller la careta que protege sus retinas de esos soles en miniatura que despiden chispas y centellas. Mientras miraba de rebote el show de juegos pirotécnicos en el garaje de mi casa, los relámpagos que proyectaban sobre la pared la sombra del herrero me hicieron recordar “la noche de los monstruos”, aquella célebre encerrona en la villa Diodati, en Suiza, en la que Mary Shelley escribió Frankenstein o el moderno Prometeo. En esa reunión de 1816 también estuvo John Williams Polidori, autor de “El vampiro”, relato precursor de la imagen del chupasangre de título nobiliario, finos modales, seductor y mucho dinero. Sin embargo, Polidori fue un one hit wonder, incapaz de crear una obra importante y a la altura de sus amigos, como Lord Byron. El escritor francés Emmanuel Carrèrre acaba de publicar Bravura, novela donde se centra en Polidori, “el paria, el fracasado”.
Mircea Eliade, filósofo e historiador de las religiones escribió Herreros y alquimistas, libro en el que rastrea símbolos y mitologías alrededor de todas las culturas del mundo y su relación con el fuego y los metales. En cierto capítulo dice que los herreros son “señores del fuego”, porque transforman la naturaleza de los materiales. Observo las manos y los brazos del herrero salpicadas por quemaduras aquí y allá. Además de señores del fuego, son señores muy valientes porque las quemaduras les tienen sin cuidado.